terça-feira, outubro 24, 2006

El desierto azul

Eran dunas y infinitas dunas
que parecían alcanzar la luna,
de un intenso amarillo arena,
capaz de quemar retinas, amplio como el oro.

Eran dunas y dunas
y dunas
y dunas y dunas y dunas y dunas
y dunas y dunas y dunas y dunas
y dunas
y dunas y dunas y dunas
y dunas
y dunas y dunas y dunas...

Y hacia donde mirara
sentía la misma sensación de vacío,
hueco pleno de misterio, integral.
Por la pista de arena torrada,
las marcas del ultimo Land Rover
perecían tener siglos de historia.

¡Nadie se había aventurado a volver aquí!
Lo habían olvidado todo y se acojonaron a volver.
Por eso mi encuentro guarda tanta voracidad
y esas dunas tienen su sentido único,
mi momento de eterno amarillo.

Caminé sin darme cuenta del tiempo,
el viento cortaba intermitente
y con el me escapaban los minutos y la consciencia.
La arena fina hacia olas en el aire
y borraba la marca de mis pies por el destino.


Creo que al final de la mañana he tenido la revelación azul.

El sol estaba todavía más fuerte,
me ofuscaba robándome la dirección.
Podía estar seguro de haber cogido la
buena ruta,
pero en seguida,
me perdía en mi mismo, sin rumbo, sin deseos.

Fue cuando de pronto todo se transformó en azul,
la arena amarilla en azul,
el sol en azul,
el aire en azul,
mi piel en azul,
mis pensamientos in blue.